
Y la oda empieza, requiem a la traición y su amargura, que en su epitafio recita.
Buenos días al sol amable,
a ese hombro anónimo y a cual en silencio ahogaba
las lágrimas en su sonrisa,
es el tiempo de la madera que se consume al calor de los olvidados,
de los solitarios pero no de los solos
y su agradecimiento queda en sí y los fantasmas del olvido
y el desengaño ya son parte del mal recuerdo del bello pasado.
Todos pero todos los que aun en pie van,
seguirán ahí, gracias por cada bello amanecer.
Y les dedico Cada Bella sonrisa...